Todos pasamos fases diferentes en nuestra vida. Yo he atravesado una de esas que los piquiatras llaman “ depresión melancólica”. Culpabilidad de esa que te acusas a ti misma de todos los males. Jamás me había sucedido. La verdad es que ando bastante bien de autoestima , y aunque a veces sea un poquito perfeccionista lo controlo bastante razonablemente.
Pero muchos acontecimientos y unidos me pillaron por sorpresa.
No me siento mal por la culpabilidad, así funciona el mundo. ¡ Menos mal que nos sentimos culpables!, porque si no fuera así podríamos cometer muchísimas barbaridades contra los demás y nos sería completamente indiferente.
Normalmente los seres humanos sentimos la culpabilidad. Nos permite comprender el alcance de nuestros actos y asumir que a veces existen grandes diferencias entre la intención que teníamos y el efecto que hemos provocado.
Por lo tanto la culpabilidad nos permite ajustar nuestro comportamiento a la sensibilidad de los demás. Nos lleva a pedir perdón, excusarnos, intentar reparar.
Ahora bien ¿ qué es lo que pasa cuando no hacen los demás lo mismo contigo?
¿ Cuando hay un alejamiento, una distancia, cuando no eres capaz de con tu perdón reparar el daño no intencionado?
Pues lo que pasa es que a veces tienes una buena amiga, y le puedes contar todo y te dice que no pasa nada y que esperes a ver lo que ha sucedido con más claridad.
Y entonces , al esperar para ver con más claridad puedes darte cuenta de que has sido víctima de otras personas, que te han manipulado, y que te culpabilizan. Y eso sucede en esta vida real…
Lo que tengo claro es que para mi el ejercicio de culpabilidad ha sido un magnífico ejercicio, los estados de ánimo dolorosos pueden iluminarnos y mucho.
Y de hecho lo que te parecía al principio montañas se convierten en suaves colinas...
Así que siguiendo un sabio consejo escrito, seguiré culpabilizándome, pero con lucidez.
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